Tengo ganas de hablarle consisa y directamente a la persona que me rompió el corazón. No quiero guardarme un segundo más las ganas de decirle lo que nunca le dije, por miedo o demasiada sinceridad. Pero hoy es el momento.
Ya pasaron dos semanas desde que las cosas cambiaron y recién me doy cuenta que en realidad nunca entendí nada. No sé que pasó cuando estábamos "juntos" ni qué pasó cuando nos alejamos.
Pongo en dudas nuestra relación, porque jamás lo fue, como vos mismo decías. Siempre ponías barreras en el medio para no comprometerte, sin embargo, hacías todo lo posible para que yo sí me metiera al cien por ciento en vos. El problema es que tarde o temprano esta guerra de egos iba a estallar. Esa soga que los dos sosteníamos se iba a romper y tus mentiras iban a salir a la luz. O tu gran y única mentira: la de fingir que me querías.
¿De qué sirvió todo este tiempo inventar algo que no era real? ¿Qué fue el tiempo perdido entre la idealización y las ganas de salir corriendo? No entiendo porqué insistías en quedarte a mi lado si no había ni un poco de interés de tu parte. Tenía que rogarte por un beso y un abrazo. Cuando pasaba, valía la pena para mi, pero era un sacrificio para vos.
Y sigo sin entender: ¿Qué era lo suficientemente fuerte para unirte a mi a pesar de que querías estar a mil años luz de distancia?
Perdón, me pido perdón a mi misma por pensar así, pero no puedo evitar otra cosa que el sentir que lo que te hacía quedarte eran la comodidad y la ventaja. No puedo no hacerlo.
Tampoco puedo dejar de recordar el día en el que me dijiste que jamás me ibas a decir que era linda para que "no me la creyera".
Es que yo no necesito a alguien que quiera tirarme abajo para sentirse mejor, yo necesito a alguien que quiera subir hasta la cima conmigo, a la par. Yo te quería ver feliz cumpliendo tus sueños. Nuestros sueños. Pero no pude porque no querías. Y no puedo obligar a nadie a aceptar que lo quieran.
El día que lo entendí todo se rompió. El día que yo decidí bajar la cabeza, el mundo se cayó. Y otra vez comprendí. Si yo no sostenía esto, nadie lo haría. Así fue que dejó de existir.
Tal vez nunca lo leas. O tal vez sí. No lo sé y tal vez nunca lo sabré, pero prefiero quedarme con la duda que guardarme todo esto una hora más.
Ahora con la cabeza un poco más fría. El corazón un poco más entero y las manos más relajadas, te digo que gracias por haberme hecho entender que estaba perdiendo mi rumbo y mi eje. Siempre supe lo que quería y necesitaba volver a descarrilar para arrancar con más fuerza.
No sé que va a pasar pero por ahora no me importa. Prefiero pensar en el hoy y desearte lo mejor.
"Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón ". Jorge Luis Borges.