Todavía, cuando el sol se esconde, no puedo dejar de mirar arriba mientras me siento a esperar. Observo cada una de esas estrellas que me tranquilizan con sus lucecitas y me hacen creer que todavía algo queda, o que quizás eso pueda pasar.
La luna no me deja dormir y el calor ya no me deja pensar. Pero no hay nada más. Tampoco nada menos.
Sigo esperando y por eso no duermo. Sueño despierta que pasa. Suceden cosas en mi cabeza que nunca se llegan a concretar. Palabras que te digo y que se pierden entre mis recuerdos.
Te voy a buscar pero nunca estas. Te lo digo a escondidas y jamás me escuchas.
Ellas no me dejan perder la esperanza de que algún día pueda pasar.
Ellos me convencen de que hace rato te tendría que haber soltado la mano.
La manecilla que se movió y sin embargo no me hizo cambiar de opinión. Mi corazón que se mudo y no dejó de sentir. Sigue girando todo alrededor de la nada, escondido en el vacío.
No me dejas perder la ilusión cada vez que te vuelvo a mirar a los ojos. Pero tus palabras dicen mucho más y tus acciones demuestran lo que sos.
Tal vez ya es tiempo de renunciar.
Ojala algún día junte el valor para decirte todo a los ojos, sin temblar. Sin esquivar.
Las balas pasan y atraviesan. El dolor se siente.
Tu presencia se oscurece. Se va. Se termina.
Febrero que está cerca.
Marzo que lleva el nombre del adiós y hasta nunca.