Le dolía la mano de tanto abrir la puerta para que vuelvas a entrar. Mientras en la esquina del barrio cada vez más gente se amontonaba, vos eras el que tenía el primer número de todas las filas. Bueno o malo siempre estabas lejos de las despedidas. Un golpe de suerte te dio el cupón ganador con una canción que relataba la pasión escondida entre aquellas paredes que de a poco se derrumbaron y le dieron lugar a la catástrofe del rechazo.
Eran miles los cuadros, las letras y los pedazos. Las paredes hechas añicos y vos. Vos tan entero, tan derecho. Vos tan ganador, tan valiente. Levantabas el trofeo del primer premio. Mostrabas ante toda la gente el triunfo de la mente. Que valioso es el orgullo ante todos los corazones rotos.
No tienen precio las noches desperdiciadas. Siempre valen más las lágrimas no derramadas.