La barrera. El sol se escondía y la gente se encendía. Se prendía la llama del pasado mientras todos desconcertados querían querer y, por el afán de aferrarse a fantasmas, todos volvían a sumergirse en una enorme oscuridad, ciegos ante la luz que maravillaba a la ciudad.
Siempre eligen resignarse.
No se lo perdonan.