Esperaba las noches de verano y la tenue brisa que traía desde el mar a aquellas maripositas temblorosas que venían a revolotear. Aguardaba en silencio una manada de coloridos unicornios que, luego de una tardecita de sol, vendrían a dejar su brillo fugaz al pasar.
Creí en hadas y en príncipes. Dejé de besar sapos porque estaba segura de que ya había encontrado al indicado. Pero no, otra vez volví a caer. Volví a creer y fallé.
Ahora, la historia se repite.
Ahora decimos adiós y....
y volvemos a empezar.