Brillaba como el metal, fría y radiante, iluminaba la habitación. Sombras que oscurecen la pared mientras la melodía de una vieja canción desafinada suena de fondo. Una voz suave que siempre repite lo mismo como el eco de tu adiós, el que puedo volver a leer todos los días en las mañanas, cuando abro el periódico, y te encuentro a vos. Solo a vos. A quien a veces me resignaba a abandonar.
Hay días en los que me siento en la ventana a esperar.
¿Qué es el presente sin el pasado? ¿Qué es el pasado sin tu canción? Dejaría solo de ser pasado para convertirse en un presente con sabor a futuro y olor a pegamento de callejón.
Perfuma la esperanza el vacio interior. Flotan en el aire ideas que se escapan, como mariposas que corren tras una flor en primavera. Marchita va la calma junto a la desolación.
Malditos son los días grises desde el balcón.